Hace tan solo 11 semanas, sin saberlo estábamos creando nuestro propio bigbang. Un bigbang que se quedó en no más que polvo estelar diluido, si acaso una nebulosa. Cinco semanas después, un eclipse oscureció la tarde y solo dejaba ver luz al horizonte; encima nuestro, un anillo místico reluciente recordándome que todos somos astros infinitos. Siete semanas después, el silencio invadió mi universo, se formó un agujero negro que todo lo absorbió, se lo tragó todo y no dejó nada a su alcance, el silencio impacible del vacío. Nueve semanas después, una nueva vuelta al sol calentaba mi planeta y alimentaba hogueras para una nueva historia. Doce semanas después, la atmósfera de este planeta se invadió de nitrógeno y las lluvias se volvieron peligrosamente ácidas, sus seres empezaron a tener dificultad de respirar y agonizaban las especies. Es momento de que el ciclo cósmico continúe.
Nota al pie de página: algunas nebulosas provienen del gas y del polvo expulsado por la explosión de una estrella moribunda... Otras nebulosas son regiones donde comienzan a formarse nuevas estrellas.
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