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::: A la sombra del Naranjo

Vaya que fue un encuentro extraño. 
Lo que ese día sucedió, parecería parte de una película bizarra. Pero no fue así, es casi tan real como decir que yo mismo estaba ahí.

Ahí estaba ella, una chica sin mayores pretensiones, y otras tres personas mas.

Los amigos eran algo curioso, uno un chico raro, fresco, un tipo muy divertido. El era delgado y no muy alto, digamos una estatura promedio. Su tes morena clara le daba una tesitura muy especial. Cabello rizado y color negro, de rizos definidos y gruesos, con un largo ideal para ser considerado corto, pero lo suficientemente extensos para que lograran colgar por el frente de su rostro.

La otra, una chica muy coqueta, de voz un tanto ronca que le da a su timbre una sensualidad muy particular. Trigueña, como bronceada al sol con un toque de vellos rubios a la luz de la playa. Su gran particularidad eran sus ojos de mirada picara, traviesa; una mirada con cierta maldad, como la de los niños antes de cometer un acto seguramente reprendido. Y eso si, muy delgada, casi huesuda y de figura un tanto masculina.

Dos personajes que siempre andaban juntos, parecían novios de cuadra, de esos que se conocen hasta las uñas de los pies. Podría apostar a que trepaban arboles juntos, casi puedo verlos "jugueteando" por ahí como el cuento de la Laguna Azul.

Pero no, ellos dos no son el centro de este relato que hoy comparto.

Son en realidad los otros dos los verdaderos focos de esta historia, o al menos eso me parece.

Una historia como tantas otras: una chica y un chico. El tipo de relación de las que nunca se dijeron nada y mucho menos lo intentaron, pero que aun así, ambos tenían dentro de si, una inquietud extraña no del todo consciente pero si latente.

Los tiempos de los 4 involucrados coincidieron de manera casual. Mucha gente, ruido, luces. El se le acerca sin decir nada, ella percibe algo extraño en su modo de mirarla. Ella responde con gesto dudoso, el ceño ligeramente fruncido de lado como quien sospecha que algo esta saliendo de lo normal. Voltea a su alrededor y no percibe nada extraordinario, así que tras un respiro rápido pero profundo y un agitar repentino de su cabeza (como de quien quiere borrar algún pensamiento de su memoria), dibuja una ligera sonrisa en su rostro y comienza a bailar.

El se notaba nervioso, se acercaba a ella, bailaba un rato mientras hacia algunas bromas, reían. Durante el baile, aprovechaba la oportunidad de rozarla de un modo diferente al abitual. Buscaba sus manos y entrelazaba sus dedos con los de ella levantando sus brazos al bailar. Al hacerlo, se veían a los ojos, cuando ella daba pestañeos largos, el aprovechaba para mirar por el literal de su figura: desde sus uñas apuntando hacia el cielo, hasta lo ancho de sus caderas que preceden a su cintura entallada por su vestido de primavera, siguiendo de inicio a fin la línea delgada de sus brazos, su axila desnuda y su hombro torcido por el baile.

Ella movía su cadera de lado a lado mientras las luces de colores brillaban en el salón. 

-Voy por algo de beber - le dijo él y salió corriendo por el pasillo.
Pero en vez de ponche, salió al encuentro de aquella chica trigueña de mirada picara. Parecía susurrarle algo al oído, se notaba nervioso, tímido. Ella, la amiga, simplemente le escuchaba con una sonrisa morbosa y de vez en cuando soltaba burlas por las condiciones que escuchaba de su locutor. Parecía estar aconsejándole, como planeando algún extraño acontecer.

Señala ella una puerta y no deja de gesticular con sonrisas mientras se toca las llenas de los dedos con su pulgar. Sin duda trama algo.

El chico regresa a la pista y busca a su amiga, ya no esta bailando, se encuentra de pie cerca de un ventanal.

Si pudiese meterme en la mente de esa chica, estoy casi seguro de que estaría a punto de un ataque de nervios, se nota inquieta, sabe que algo anda raro.

- ¿Qué haces aquí? Te estaba buscando en la pista, creí que seguirías bailando.
- ¿Ahí parada sola? ¿Por qué tardaste tanto? - dice la chica sin molestia aparente, es mas bien un reclamo cómplice.
- Fui por... -voltea la mirada a sus manos y las ve vacías-. ¡Ya decía yo que había olvidado algo, los ponches! Es que me encontré a Marisol en el camino y olvide a lo que iba.
- No te preocupes, por aquí debe haber mas. ¿Qué tienes? Te siento raro. - lo dice disimulando serenidad, pero en realidad, hace un fuerte esfuerzo por ocultar las manos temblorosas.
- ¿Crees? No, nada... - toma las manos de la chica y juega con ellas. - Ven, acompáñame, quiero contarte algo.

Su mirada es diferente, ella lo nota. Ve en él una luz que alguna vez creyó haberle notado, pero que siempre terminaba en un comentario bruto entre buenos amigos.

El chico le aprieta fuerte su mano y la lleva en dirección a la puerta que minutos antes le señalara su amiga del pasillo. La chica esta nerviosa: - "¿Qué es esto?  - preguntaba la chica.

Eran chicos de secundaria invadidos de nerviosismo adolescente (o al menos así se sentían los dos).

Entraron al cuarto, una habitación por completo obscura.

- ¿Sabes que me sucede, o te lo tengo que decir?
- Mmmm... Yo... Es... Ahhh... -la saliva le inundó la boca y la lengua se le trababa- No sé... Te quiero, ¿sabes?
- No se como hacer esto, me siento inútil con mi cuerpo y mis ideas cuando estoy cerca de ti. Quiero... ¿Puedo besarte? -pregunta mientras toma sus manos con los brazos de ambos extendidos hacia abajo, con las espaldas rectas inclinadas al borde de la pared.
- ¿Estamos solos? No veo nada aquí, apenas y puedo ver un poco de tu silueta anaranjada. -es lo único que le permite notar el ligero az de luz rojo lunar que entra por un pequeño ventanal superior en la pared, de esas veces que la luna esta roja como un sol.
- No hace falta que me veas, cierra tus ojos, déjame sentirte una vez.

Atendió a sus palabras, cerró los ojos, apretándolos fuerte pero sin dolor, muerta de nervios. El continuaba apretando sus manos, pero apartando raramente su cuerpo, no podía sentir su pecho contra ella, no encontraba el halo cálido de su respiración. 

- No tengas miedo, yo también me muero de nervios, tiemblo todo, no puedo respirar. Cierra tus ojos, déjame quererte.

Mientras le dice esto, suelta sus manos y comienza a tocarle el rostro. Recorre con el torso de sus manos las mejillas de la chica - Siempre me ha gustado lo suave de tu piel. - le dice muy suave, menos que susurrando, su voz es casi imperceptible, como si fuera otra persona. Ella está extasiada, siente tanto cada roce, percibe cada caricia como algo inexplicable, eso que pone la piel encrespada. - Y tu hueles tan bien.... -es lo único que logra decir.

Vuelve a tocarla, ahora recorre sus orejas, las acaricia por detrás, presiona con las llemas de sus dos primeros dedos la parte mas redonda de sus orejas rosas, mientras una caliente respiración se pasea frente su rostro, ella siente el aliento cálido y húmedo sobre sus párpados apretados, le peina las pestañas con sus labios, unos labios suaves de adolescente, casi puede verlos casi vírgenes y rosas aún con los ojos errados. Le respira suavemente como queriendo empaparle la imaginación. Ella tiembla, se esta derrumbando de agonía, se siente su cuerpo temblar completo por culpa de unas piernas torpes y nerviosas que no dejan de vibrar. Se recarga la espalda por completo en la pared para evitar caer de golpe. Posa sus manos entumidas sobre sus muslos como queriendo detener su espasmo. Encaja sus uñas en su piel buscando distraer su cuerpo y engañar a su cerebro. Por mas que intenta, no puede interrumpir lo inevitable, suda como en sauna extremo, escurren sus piernas de... sudor. Y ahí, justo en medio de ellas, una revolución -¡Se ha convertido en mariposas! ¡Y vuelan, vuelan! ¡No pueden parar! -exclama casi inconsciente.

- Promete no abrir tus ojos, prométemelo por favor.
- Si, te lo prometo. 

Entonces, el aliento húmedo que poco antes rondaba sus párpados, estaba ahora mojando su nariz, una lengua seguramente rosa también como todo él, lamía la piel de sus fosas, recorría esa hendidura entre sus fosas y sus mejillas, recorría el puente entero de su nariz, bajaba por la punta respingada y llegaba hasta la orilla superior de sus labios. Al llegar ahí, la lengua se detenía, mientras un par de labios suaves como flor empezaban a buscar contacto necesitado, exigido por naturaleza carnal. Se juntan, se acarician las bocas con la boca del otro - Eres naranja, eres naranja. -decía ella con una devoción excepcional. 

Sus besos duraron tanto, tocando solo sus besos.

- No busques mas de lo que pongo en tu tacto, déjame ser yo quien disfrute de descubrir tu piel. -continúa él con voz casi inaudible. 

Ella no podía hacer mas que obedecerle.

De vez en cuando sus manos torpes la tocaban, era una sensación confusamente deliciosa, tan intrigante como sensual. - Tus manos son tan suaves... -le dice ella.

La besó, la lamió, la acarició.

Ella embriagada sentía que había perdido ya la noción de si misma, no era mas consciente que lo que le permitía el deseo de continuar ahí. Sin mas luz que la de esa luna roja, sin mas recuerdo que la imagen anaranjada de esa silueta, sin mas noción que la de la entrega a su placer.

La penetró, se recostó en algo que parecía ser una cama o algún tipo de aposento cálido. La dirigió por la habitación con nada mas que sus manos y el susurro de su voz. - No busques mi cuerpo mas allá de lo que el te busque a ti -le suplicaba él.

Su pene era tan grande, era no solo grueso, era largo, lo sentía enorme. Ella estaba desesperada, no sabia que estaba sucediendo ahí. Él entraba y salía, salía y entraba como nunca antes se lo habían hecho jamás. Su piel era tan suave, la recordaba tan naranja....

Nunca lo tocó, las manos de ella nunca buscaron su piel - Él me lo pidió, me suplicó que no lo buscara mas allá de sus propias intenciones -se repetía para si misma.

- Su voz, su respiración.... Es tan extraño, estoy perdida, estoy embriagada, estoy fuera de mi - se repetía mentalmente agotada y físicamente desbordada.

- No puedo mas, ¡ para ! ¡ Para ! No puedo mas....... 

Cayó en un espasmo tan prolongado que parecía haberse petrificado. Empapada hasta las uñas, encendida hasta quemar cada parte de su piel, derretida de orgasmos que acabaron con su forma material.

- Quédate ahí, duerme, déjame olerte y sentirte dormida. Déjame hacerte el amor inconsciente. Duerme.

Cayó en un sueño tan profundo que creyó se le había detenido su corazón. Mientras dormía soñaba cosas tan extrañas, como cuando te quedas dormido con la televisión prendida, o en medio de una conversación en la que no participas y tu mente forma sueños con lo que tus oídos perciben fuera de ti. Lo mismo su piel, su nariz, todos sus sentidos estaban absortos y jugaban con su mente y cuerpo cansados, fatigados e inconscientes ya. No descifraba las formas, los movimientos, los sonidos multitudinarios, en verdad creía haber muerto.

Al despertar, estaba en casa, en su propia cama, cobijada como un domingo normal por la mañana. Su ropa de dormir sobre su cuerpo la cobijaba. El cuerpo le dolía de manera descomunal, como si le hubiesen dado una paliza la noche anterior, pero ninguna marca le acompañaba la piel. 

Ese día por la tarde, totalmente desconcertada, salió a caminar esforzándose en recordar. Todo le parecía irreal. - Sueños dentro de sueños -se repetía como queriendo convencer a alguien, a si misma quizás.

Recordaba del sueño, dos siluetas borrosas, una pareja, dos personas entrelazadas, unas manos, una piel, un sexo en ella todo el tiempo, una boca y una lengua comiéndole los pechos, lamiendo su vagina, mordiendo sus muslos. Unas voces, gemidos, respiración.- Es tan extraño...

Varios días corrieron antes de verlo otra vez. Entonces, pasó de lejos y la notó, como si su mirada le gritara voltear a su encuentro. Giró su rostro y la miró, era otro hombre, era otro hombre. No dijo nada, se agito el fleco despeinado de por si, se talló el rostro como queriendo borrarlo por completo, como si quisiera de pronto convertirse en alguien mas, confundido apresuro el paso y desapareció. Apenas le sonrió, una sonrisa de amantes y una mirada de amor. Al hacerlo, ella reconoció en él al de siempre, con esa mirada se dijeron todo lo que siempre habían callado y que por fin, aquella noche se entregaron a borbotones.

Ella se quedo inmóvil, se le había escapado el alma. - Sueños dentro de sueños -repetía a su interior. 

Continuando su camino indefinido, algo la detuvo. Respiró profundo varias veces, muchas.
- Huele a naranja.... 

Volteó intrigada, no había nada, solo un campo de Naranjos, debajo de cuya sobra, el Sol evitaba tocarla.

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. . Que si soy una romántica? Mil veces respondí: obvio que no!! Pensar en sueños rosas me daba comezón y la nariz fruncida era un acto reflejo inevitable. La pareja ideal? El hombre de mi vida? Un amor para siempre? Que tontería, eso sólo pasa en las novelas de la tele y eso es para mujeres pendejas sin cerebro, perdón pero yo si estudié. El amor para siempre no existe, la fidelidad entre dos es sólo un cliché, lo de ser «la mujer de alguien» es para mujeres sumisas y sin aspiraciones, yo soy mucho más que eso, yo no necesito de un hombre para vivir, no necesito que nadie me mantenga, a quién deber explicaciones o peor aún pedir permiso, alguien que se crea dueño de mi tiempo y de mi vida. No, yo soy una mujer libre y feliz, completamente independiente, con sueños que convierto en realidades y que me llevarán lejos por el mundo, seré un ejemplo de mujer exitosa y soberana, de grandes logros, auténtica, loca, apasionada y nuevamente libre y feliz. Es que, de verdad, piénsalo:

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