:::
...
La calle estaba sola y yo con mucho calor.
No paraba de recordar aquel fin de semana de Caribe... Caribe en la ciudad, con su cabello entre mis dedos y sus puños apretados con mi melena entrelazada en sus nudillos.
De la cabeza hasta el inicio de mis nalgas: arqueada hacia atrás por los jalones constantes de sus brazos.
El es fuerte, muy fuerte. Tan fuerte que quebranta cualquier convicción de mantenerme limpia de su pecado, limpia de su sudor, de su semen en mi piel.
No había bebido, esta vez no.
A mi mente cabalgaban las imágenes de aquel sol centelleante escurridizo en mis persianas, cegandome el poco espacio entre mis párpados.
Recuerdos, eso eran esta noche. El contraste de aquel recuerdo veraniego me hace caer en cuenta de que hoy es diferente. Hoy estoy sola y conduzco mi auto hacia una espera quebradiza.
Giro la cabeza, espejeo: Izquierda? No, es sentido contrario. Derecha? Ok, ahora estamos bien.
Doblando la esquina, casi de inmediato y sin conciencia alguna, mi mente comienza a estructurar los espacios de aquella calle vacía a las 10 con 15 de la noche. No no, izquierda de nuevo no, hay demasiada luz.
Un automóvil casi en la esquina, un espacio como de 3 y luego otro automóvil. Casas sin luz, quizás de vacaciones o trabajando (viejos aburridos). En frente, la calle de esa acera tampoco presenta movimiento vivo. Perfecto, aquí, detrás de este Topaz de antaño.
El espacio es suficiente para estacionarme como merece una mujer como Yo: de Frente, nunca en reversa, no soy de ir para atrás: "ni que me estuvieran cogiendo como para dar las nalgas".
Comienzo a frenar, closh, primera, frena, closh, neutro, freno total. Freno de mano, apago el auto, apago las luces. Seguros puestos, asiento hacia atrás, respaldo ligeramente reclinado.
Muy bien, ahora si, todo listo.
Relajate... Respira...
Abre los ojos y echa un vistazo: esta calle esta perfectamente sola, el tránsito adecuado para evitar inseguridad, pero lo suficientemente lento para bajezas.
Arremango el saco, me quito el cinturon, levanto los olanes, y elevo ligeramente el mayon (lo suficiente para frotar... sin tallar).
Tiempo, eso necesitaba, tiempo...
...
Pareciera que pernocto pero no, suavemente abiertos, mis ojos vigilan autos pasajeros y transeúntes perdidos. Y de reojo, percibo un espectador. Ell auto de atrás no estaba abandonado. Un hombre mayor, pareciera de avanzada edad, morbosea por encima de mis hombros y escondido entre las sombras del interior de su automóvil, estacionado detrás de mi.
Aquella imagen de ese hombre acabado entre sus años y añorado de recuerdos, me hace recordar el motivo de mi atrevido desliz nocturno con mis propios recuerdos y abandonos. Y entonces, en vez de detenerme y arrancar, me termino sin vergüenza, rendida a sus miradas llenas de lujuria y sueños rotos. Porque sus años le han hecho a él, lo que yo a mis suspiros derrumbados.
::: Con cariño, un pedacito de mí.
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La calle estaba sola y yo con mucho calor.
No paraba de recordar aquel fin de semana de Caribe... Caribe en la ciudad, con su cabello entre mis dedos y sus puños apretados con mi melena entrelazada en sus nudillos.
De la cabeza hasta el inicio de mis nalgas: arqueada hacia atrás por los jalones constantes de sus brazos.
El es fuerte, muy fuerte. Tan fuerte que quebranta cualquier convicción de mantenerme limpia de su pecado, limpia de su sudor, de su semen en mi piel.
No había bebido, esta vez no.
A mi mente cabalgaban las imágenes de aquel sol centelleante escurridizo en mis persianas, cegandome el poco espacio entre mis párpados.
Recuerdos, eso eran esta noche. El contraste de aquel recuerdo veraniego me hace caer en cuenta de que hoy es diferente. Hoy estoy sola y conduzco mi auto hacia una espera quebradiza.
Giro la cabeza, espejeo: Izquierda? No, es sentido contrario. Derecha? Ok, ahora estamos bien.
Doblando la esquina, casi de inmediato y sin conciencia alguna, mi mente comienza a estructurar los espacios de aquella calle vacía a las 10 con 15 de la noche. No no, izquierda de nuevo no, hay demasiada luz.
Un automóvil casi en la esquina, un espacio como de 3 y luego otro automóvil. Casas sin luz, quizás de vacaciones o trabajando (viejos aburridos). En frente, la calle de esa acera tampoco presenta movimiento vivo. Perfecto, aquí, detrás de este Topaz de antaño.
El espacio es suficiente para estacionarme como merece una mujer como Yo: de Frente, nunca en reversa, no soy de ir para atrás: "ni que me estuvieran cogiendo como para dar las nalgas".
Comienzo a frenar, closh, primera, frena, closh, neutro, freno total. Freno de mano, apago el auto, apago las luces. Seguros puestos, asiento hacia atrás, respaldo ligeramente reclinado.
Muy bien, ahora si, todo listo.
Relajate... Respira...
Abre los ojos y echa un vistazo: esta calle esta perfectamente sola, el tránsito adecuado para evitar inseguridad, pero lo suficientemente lento para bajezas.
Arremango el saco, me quito el cinturon, levanto los olanes, y elevo ligeramente el mayon (lo suficiente para frotar... sin tallar).
Tiempo, eso necesitaba, tiempo...
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Pareciera que pernocto pero no, suavemente abiertos, mis ojos vigilan autos pasajeros y transeúntes perdidos. Y de reojo, percibo un espectador. Ell auto de atrás no estaba abandonado. Un hombre mayor, pareciera de avanzada edad, morbosea por encima de mis hombros y escondido entre las sombras del interior de su automóvil, estacionado detrás de mi.
Aquella imagen de ese hombre acabado entre sus años y añorado de recuerdos, me hace recordar el motivo de mi atrevido desliz nocturno con mis propios recuerdos y abandonos. Y entonces, en vez de detenerme y arrancar, me termino sin vergüenza, rendida a sus miradas llenas de lujuria y sueños rotos. Porque sus años le han hecho a él, lo que yo a mis suspiros derrumbados.
::: Con cariño, un pedacito de mí.
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