.
.
Es increíble cuanta lluvia está cayendo en éstos días, temo quedar sumergido por ahí, quizás rumbo a la casa después de un día duro de trabajo y estrés, quizás alcanzado por los ríos desbordados de la ciudad.
Los ríos, vaya maravilla que son esos ríos, vaya ímpetu suyo de no querer desaparecer aún y cuando los hombres se han aferrado a encerrarlos en tuberías. Si he de quedar sumergido, ojalá sea por uno de esos atrevidos y necios ríos, al menos eso pienso cuando los charcos profundos de la lluvia alcanzan mis pies y los empapan.
Hoy voy caminando, no quise manejar. Necesitaba despejar mi mente y olvidarme de la presión de está ciudad, suficiente tengo con tu recuerdo alucinante que no me suelta, como para atormentar más a mi mente con el tráfico por hoy. Decidí tomar la calle 9, esa que sale al parque central. La calle está sola, supongo que la gente le teme a la lluvia, a mojarse, a enfriarse y caer en resfriado, qué se yo. Para mi es el momento ideal, camino bajo la lluvia y me detengo en el parque central, necesito un árbol con una Copa grande y ramas extendidas para cubrirme un poco de la lluvia bajo su manto. Cierro mis ojos y tomo aire profunda y levante, por fin logro escuchar mi respiración, no más ruido más que el agua cayendo por doquier. Es sencillamente delicioso oler la hierba húmeda del parque, estoy seguro que hay un limonero por ahí, pues huele mucho a limón, ese aroma secuestró mi nariz, tanto, que casi puedo ver materializado su fresco aroma en gruesos hilos envolviéndome como un torbellino, casi igual a cuando vivías conmigo y me rodeaba tu perfume de mujer recién bañada por las mañanas, quizás por eso me pone tan de buen semblante el olor de bañera recién usada.
Pasa el tiempo lento y siguen mis párpados reacios a levantar la cortina. Me siento como sumergido en un enorme bosque, huele tanto a naturaleza. Tengo mis manos sobre la tierra mojada y me es tan relajante que instintivamente llevo mis manos a mi boca y mi nariz, huelo la tierra húmeda pegada en mis dedos, que aroma tan fresco. No puedo evitar probar mis dedos terrosos con la punta de mi lengua... un deleite sin igual, tiene un sabor tan mineral que me es inevitable remontarme a nuestros juegos bajo las sábanas antes de dormir, en aquellas noches frías, lamiendo entero tu cuerpo fresco y natural. Tu cuerpo me sabía a gloria, pero nada más dulce que tus labios rojos, tan dulces que no importaba lo que tocaran antes de mi, siempre ganaba tu sabor a dulzura. Probé de todo con esos labios tuyos: café, pasta de dientes, tu sangre después de aquel salvaje beso, locos arrebatados los dos. Pensando en tu boca, es inevitable pensar en tu lengua también, cómo no hacerlo si esa lengua es milagrosa, curando cuanto mal me agobies con tan sólo tocarme la piel, los labios, mi sexo. Un milagro! Si, un milagro es lo que era tu presencia entera para mi.
Una muy fría y grande gota de lluvia me despertó del sueño de tu cuerpo en el que había caído sin darme cuenta. La lluvia está tan fría, que recordé tus pies helados despertándome a mitad de la noche con sobresalto, era la interrupción nocturna más oportuna, pues se convertía en el preludio de tu suave piel a cuerpo entero para mi. Maldición, nuevamente estoy soñando.
Necesito volver a casa ya, el parque está tan solitario que me siento a ratos perdido en un campo abierto a kilómetros de mi hogar, el cielo sigue cubierto de una espesa neblina plateada que parece brillar con la poca luz de Luna que la toca. Los candiles no funcionan y todo alrededor es una completa y tenebrosa oscuridad. Ha llovido tanto que la calle entera parece un infinito espejo de agua, será que si me asomo logro ver mi reflejo? O será que estoy tan trastornado que termine viendo el tuyo?
Será mejor pensar en lo normal: que llegaré a ver en la televisión, qué me pondré mañana, qué voy a cenar.
A lo lejos escucho un eco de tacones altos, un auto estacionándose. No hay nadie. Necesito descansar.
Sigue lloviendo, tengo miedo de quedar sumergido. Camino. Tengo comezón. Hace mucho frío. Sigue lloviendo. Yo solo camino.
.
Es increíble cuanta lluvia está cayendo en éstos días, temo quedar sumergido por ahí, quizás rumbo a la casa después de un día duro de trabajo y estrés, quizás alcanzado por los ríos desbordados de la ciudad.
Los ríos, vaya maravilla que son esos ríos, vaya ímpetu suyo de no querer desaparecer aún y cuando los hombres se han aferrado a encerrarlos en tuberías. Si he de quedar sumergido, ojalá sea por uno de esos atrevidos y necios ríos, al menos eso pienso cuando los charcos profundos de la lluvia alcanzan mis pies y los empapan.
Hoy voy caminando, no quise manejar. Necesitaba despejar mi mente y olvidarme de la presión de está ciudad, suficiente tengo con tu recuerdo alucinante que no me suelta, como para atormentar más a mi mente con el tráfico por hoy. Decidí tomar la calle 9, esa que sale al parque central. La calle está sola, supongo que la gente le teme a la lluvia, a mojarse, a enfriarse y caer en resfriado, qué se yo. Para mi es el momento ideal, camino bajo la lluvia y me detengo en el parque central, necesito un árbol con una Copa grande y ramas extendidas para cubrirme un poco de la lluvia bajo su manto. Cierro mis ojos y tomo aire profunda y levante, por fin logro escuchar mi respiración, no más ruido más que el agua cayendo por doquier. Es sencillamente delicioso oler la hierba húmeda del parque, estoy seguro que hay un limonero por ahí, pues huele mucho a limón, ese aroma secuestró mi nariz, tanto, que casi puedo ver materializado su fresco aroma en gruesos hilos envolviéndome como un torbellino, casi igual a cuando vivías conmigo y me rodeaba tu perfume de mujer recién bañada por las mañanas, quizás por eso me pone tan de buen semblante el olor de bañera recién usada.
Pasa el tiempo lento y siguen mis párpados reacios a levantar la cortina. Me siento como sumergido en un enorme bosque, huele tanto a naturaleza. Tengo mis manos sobre la tierra mojada y me es tan relajante que instintivamente llevo mis manos a mi boca y mi nariz, huelo la tierra húmeda pegada en mis dedos, que aroma tan fresco. No puedo evitar probar mis dedos terrosos con la punta de mi lengua... un deleite sin igual, tiene un sabor tan mineral que me es inevitable remontarme a nuestros juegos bajo las sábanas antes de dormir, en aquellas noches frías, lamiendo entero tu cuerpo fresco y natural. Tu cuerpo me sabía a gloria, pero nada más dulce que tus labios rojos, tan dulces que no importaba lo que tocaran antes de mi, siempre ganaba tu sabor a dulzura. Probé de todo con esos labios tuyos: café, pasta de dientes, tu sangre después de aquel salvaje beso, locos arrebatados los dos. Pensando en tu boca, es inevitable pensar en tu lengua también, cómo no hacerlo si esa lengua es milagrosa, curando cuanto mal me agobies con tan sólo tocarme la piel, los labios, mi sexo. Un milagro! Si, un milagro es lo que era tu presencia entera para mi.
Una muy fría y grande gota de lluvia me despertó del sueño de tu cuerpo en el que había caído sin darme cuenta. La lluvia está tan fría, que recordé tus pies helados despertándome a mitad de la noche con sobresalto, era la interrupción nocturna más oportuna, pues se convertía en el preludio de tu suave piel a cuerpo entero para mi. Maldición, nuevamente estoy soñando.
Necesito volver a casa ya, el parque está tan solitario que me siento a ratos perdido en un campo abierto a kilómetros de mi hogar, el cielo sigue cubierto de una espesa neblina plateada que parece brillar con la poca luz de Luna que la toca. Los candiles no funcionan y todo alrededor es una completa y tenebrosa oscuridad. Ha llovido tanto que la calle entera parece un infinito espejo de agua, será que si me asomo logro ver mi reflejo? O será que estoy tan trastornado que termine viendo el tuyo?
Será mejor pensar en lo normal: que llegaré a ver en la televisión, qué me pondré mañana, qué voy a cenar.
A lo lejos escucho un eco de tacones altos, un auto estacionándose. No hay nadie. Necesito descansar.
Sigue lloviendo, tengo miedo de quedar sumergido. Camino. Tengo comezón. Hace mucho frío. Sigue lloviendo. Yo solo camino.
Comentarios