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Dicen que debajo de mi ciudad existen habitantes escondidos. Espectros que susurran en los oídos de los incautos vagabundos come ratas.
Caminan casi flotando y se lamentan con frecuencia. Una perdió a sus hijos, algunos dicen que ahogados, quemados, piensan que ella misma los mató. Otra dicen que tenía belleza eterna consevida por el maligno y que desapareció con un barco en la pared, dicen que si ves más allá del cristal de las ventanas del gusano anaranjado, puedes ver la imagen del barco de vela ondeando aún su tela y que creyendola desgarrada, logra confundir sus largos cabellos ondeados por el aire de sus canales. Otros juran haber escuchado al señor del costal pidiendo por trapos viejos y que incluso lo han visto pasar con su costal moviéndose, están seguros que dentro lleva a los niños perdidos de mi ciudad. Unos más afortunados (o mas imaginativos), dicen que han escuchado los ritos de caballeros águila y jaguar, los tambores ancestrales y los cánticos tántricos, maracas de huaje y semillas secas, tambores con piel de armadillo, caracoles resoplantes.
Es como las leyendas de Elvis pero con personajes de verdad.
A mi no me consta, pero cuentan que no solo los más viejos, sino también los desafortunados más novatos osan aparecer dejándose caer una y otra vez a los andenes justo frente al conductor del gusano ese.
Yo no se, no he visto a ninguno de esos tan mencionados candidatos, pero sí doy fé de haber visto ratas, cucarachas, indigentes que bien podrían haber estado muertos (igual de flacos y pestilentes). Quién sabe, quizás parecían vivos y también eran espectros.
He escuchado claros murmullos que bien podrían pertenecer a esa lista de leyendas subterráneas. Secretos de amor, despedidas silenciosas y sin mayor espectáculo que el de lágrimas cayendo cuando intentas no llorar, besos a escondidas en los mismos túneles que los fantasmas aprovechan para que el eco de sus lamentos potencialice su vibración, los pasillos a oscuras que ellos utilizan como hogar, éstos otros habitantes los utilizan para sacar las manos de los bolsillos propios y depositarlos bajo las telas del allegado acompañante.
No sé, leyendas nada más.
... así, o te lo cuento más quedito?
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