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Hay veces en las que me gusta escribir.
Esas veces son más, cuando vienen al encuentro de mi imaginación las noches inquietas.
Hoy hace una de esas noches. Noches en que la lluvia afuera está a todo lo que da, el viento parece que silba y aún así, el ambiente al interior de mi habitación se siente cálido.
Una noche perfecta para dormir ligeramente cobijado.
Pensando en lo bien que se siente un beso antes de dormir, me pongo mi pijama de algodón y me recuesto.
El cuerpo comienza a sentirse ligero y aunque el sueño me hace casi inconsciente, aun no pierdo del todo la noción.
Mi respiración desciende y me relajo, mis ojos comienzan a moverse con los párpados cerrados. Creo que empiezo a soñar.
Recostado en mi cama de suaves edredones, intentando acomodarme doy algunos giros y me muevo envuelto en sabanas claras. Estiro mis piernas, levanto por momentos el torso descansando mi espalda y extiendo los brazos a lo largo del colchón.
Las yemas de mis dedos perciben algo parecido a un trapo fino, suave, redondo. Se siente tan bien, que me ayuda a relajarme, algo así como un deja vu.
Aun adormilado y con la mente medio perdida por el sueño, mis manos curiosean debajo de las sabanas con el extraño objeto encontrado. Y en el proceso de indagación de su origen, el aroma del aire suelta la rienda a mis sueños y deseos.
El aire de mi cuarto huele dulce, un aroma difuminado por la noche y el tiempo, por el bochorno taciturno. Contaminado con ese aroma de jardín adolescente, mi mano aprieta lo que parece ser de algodón, lo intuyo por su textura. Comienzo a despertar, pero la idea de romper el encanto de ver con los ojos de mi mente ansiosa, detienen el abrir de mis párpados pesados.
Decido llevarlo cerca de mi rostro ciego y en el camino se tropieza con mi nariz. Sorprendido, percibo ese aroma fortalecido: no era mi cuarto, no era la tarde lluviosa y el jardín, era ella. Su aroma invadía la pieza completa y me hacia erizar la piel.
Ese trapo, esa cosa extraviada entre las sabanas de mi cama, sin miedo a equivocarme era de ella.
Infecte mi nariz completamente de esos aires y algo exquisito me recorrió el cuerpo completo. Mis piernas estiradas comenzaron a doblarse, mi tronco se retorcía y balanceaban la zona mas baja hacia adelante y hacia atrás. Mis puños se cerraron fuertemente y remarcaban mis brazos, mi pecho brotó como si estuviera lleno de aire, mi falo respondió con una erección y pude sentir que estaba ahí de nuevo: dentro de ella, en su sexo, en su boca, entre sus labios... Cualquiera de sus múltiples labios.
Alucinado, perdí la perspectiva de lo que soñaba, lo que recordaba o lo que estaba en realidad aconteciendo. Perdí tanta conciencia que en este preciso momento desconozco mi propia naturaleza. Dudo de mi propia realidad. Ya no se si estoy dormido y sueño, si ya desperté y recuerdo, si lo estoy viviendo en este mismo instante o si simplemente soy el resultado del encuentro de alguna noche inquieta con una interesante imaginación.
... Deja vu
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