De pronto me siento cansada e incluso molesta conmigo misma de no decir lo que pienso o lo que siento, de mi postergación y pasividad ante la toma de decisiones importantes que pueden no gustarme, no desear, pero muy probablemente sean necesarias para mí bienestar. La incomodidad no es mi favorita, por eso prefiero la evasión; pero curiosamente evadiendo tengo como resultados situaciones incómodas para mí salud emocional; ironías también innecesarias. ¿Por qué resulta tan confuso tener claridad sobre cuál camino es el mejor? Pensando en como responderme, recuerdo mi escena favorita de Alicia en el país de las maravillas: - Solo quiero saber, ¿Que camino debo tomar? - Pues, depende... ¿a dónde quieras ir tú? - Eso no importa, si tú me dices... - Entonces no importa realmente, el camino que escojas... Buscar cualquier "explicación" a mi resistencia de decidir, será nada más que una excusa para evadir mi responsabilidad disfrazada de huellas de la infancia. Ya no estoy pa...